Este collage, donde los límites entre la realidad y la fantasía se desdibujan, una mujer se convierte en el epicentro de un enigma que nos atrae. Su presencia es imponente, con su mirada desafiante y su perfilada nariz aguileña. Su rostro irradia una fuerza magnética. El pelo corto y el cuello largo añaden un aire glamuroso y de determinación a su figura envuelta en un vestido ajustado de un marrón oscuro que, a pesar de sólo verla hasta las caderas, nos hace imaginar el resto de una soberbia silueta.
Un pañuelo blanco, suelto al cuello, le da un aire sutil de elegancia. Un cinturón también blanco, ceñido con precisión a su cintura, acentúa su figura esbelta y atlética, mientras colgando de él un bolso del mismo color blanco, sugiere una conexión con lo práctico y lo mundano en medio de este enigmático ambiente.
Dos alas blancas, delicadas y etéreas, se despliegan desde su espalda, como un símbolo de libertad y expectativas, de un camino hacia lo desconocido. La presencia en ellas, de una suerte de venas translúcidas nos hace pensar que podrían contener secretos ancestrales.
El fondo del collage es un contraste de claroscuros, dividido entre la pureza del blanco y la sombra del ascensor antiguo, el cual quizás sutilmente trae a la memoria la película "Ascensor hacia el Cadalso", dándole un sentido de intriga y suspense, especialmente con el reloj blanco marcando las 8 menos cinco sobre las rejas de la puerta de entrada. ¿Es de día o de noche? La ambigüedad del tiempo añade una capa adicional de misterio a la escena, dejando al espectador inmerso en un mundo de posibilidades y preguntas sin respuesta.
En este collage enigmático, la presencia de esta mujer de frente, con su rostro de perfil y que nos sugiere un pasado oscuro, invita al espectador a explorar los límites de la realidad y la imaginación, en un viaje de ascenso hacia la intriga, hacia el suspense, hacia lo ignoto.