Odette
¡Ayer te vi, Odette! Vi como desde tu palco del teatro tu largo cuello se alzaba fijando la mirada en los bailarines que, como hechizados por la música de Tchaikovsky, movían con sutil elegancia sus cuerpos contorsionándose en equilibrios imposibles.
Como tú, Odette, la bella princesa, la que comparte tu nombre, ingrávida se deslizaba en el escenario resignada a su destino, hablándole a la luna de su amor robado por un hechizo. Mujer en la noche, cisne de día ella es,
¡Ayer te vi, sé que te vi! Pude reconocerte pese a la oscuridad que nos envolvía por la luz que irradiabas. Toda la esencia de tu ser se concentraba en aquel palco revelando tu presencia, despertando en mi memoria tu recuerdo. Ya sólo ansiaba que acabara la música y la danza que aumentaban mi melancolía, deseando ansioso ir a buscarte y confesarte mi amor y el porqué de mi partida y cómo te he buscado todo este tiempo.
Al fin tras los infinitos aplausos se encienden las luces y puedo distinguirte con mayor claridad. Bajo tu pecho un ramo de delicadas amapolas, color de fuego como tus labios, contrastan con la palidez de tu rostro y encienden mi pecho. Corro, corro y corro por los estrechos pasillos con el temor de verte acompañada de otro hombre.
Se que estabas al final de aquel pasillo, aunque ahora la oscuridad me envuelva, y quiero gritar tu nombre, buscar tu luz ¿Pero podrá el destino ser cambiado? ¡Díganme por Dios que no estoy muerto, que todo no fue un sueño!
Alguna explicación tiene que haber para que mis ojos, que abrirse quieren, no consigan ver la luz y los músculos de mi cara se revelen condenándome a esta oscuridad.
El pánico se va apoderando de mi al reconocer una voz que pregunta si aun respiro. Mientras intento calmarme buscando una explicación, mi cerebro activo bucea entre la enorme bruma que lo envuelve hasta que a lo lejos creo percibir una luz vibrante. Respiro profundo, más profundo, inhalo y exhalo…por fin un olor familiar a flores de primavera me embriaga abriendo un resquicio a la esperanza que me agita, luchando por vivir. Siento como una mano suave coje la mía. Es ella, lo sé, Odette, Odette, susurro, y una voz responde: Si mi amor, soy yo, aquí estoy.
Me pregunto si, como en aquella otra historia, estaremos muertos o vivos. Sinceramente ¡ya no me importa!
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