Taller lectura y escritura creativa. CCJC.

viernes, 13 de diciembre de 2024

El vals


Hoy es mi cumpleaños

no es un día que me guste especialmente,al igual que las navidades, llegan siempre de la mano de recuerdos y tiempos ya pasados. Estoy sola en casa, pronto vendrán a buscarme.A las nueve hemos quedado a cenar en mi restaurante favorito. El de siempre.Me he puesto el vestido negro largo, adecuado para una noche de verano.con ese chal rosa palo para darle color.Tengo unos pendientes largos y estoy buscando algún collar que combine, voy abriendo las cajas del escritorio, donde tengo la bisutería. 

Al fondo está la caja gris perla alargada, 
que hace años que no abro.
Un movimiento casi reflejo me lleva a abrirla, aunque sé lo que hay.
Un escalofrío recorre mi nuca, como si me engullera hacia su interior: Blancas perlas sueltas sobre fondo rojo. Y aparece ese pasado, él, 
su rostro serio, tan pálido.
Una relación que duró tres o cuatro meses.
Días llenos de emociones, noches interminables y eternas discusiones.
Un amor apasionado que se iba filtrando poco a poco, como un veneno lento.
Un día como hoy pero hace cuarenta años...
Recuerdo ese restaurante, el mismo al que voy esta noche, pero como estaba antes;
más oscuro y sencillo.

Me llega el olor de las rosas situadas en el centro de mesa, el aroma
del aperitivo de ostras; una cena perfecta. Charlamos animadamente, hasta terminar el postre.
Entonces, me dijo que tenía un regalo, y se levantó sonriendo.
Situándose a mi espalda me tapó un momento los ojos, para luego mostrarme la caja.
Estaba forrada de terciopelo rojo carmín, que acariciaba un precioso collar de perlas de distintos tamaños. Luego se dispuso a ponérmelo, el tacto helado y casi húmedo del collar, me hizo estremecer,
un viento helado, un escalofrío desde 
la nuca hasta los pies...


Dibujo digital.

 

El cierre del collar debía ser complicado, pero seguía intentándolo, quejándose del mal diseño
de las joyas. Estuvo forcejeando con él, hasta romperlo.
Las perlas bailaban al ritmo del famoso vals de Eugen Poga: Gramofon/El vals de las rosas,
girando y saltando por el impoluto suelo, por entre mesas y pies de señoras y caballeros.
—Cling, cling, cling; Sonaban por todos lados.
Me miró con una expresión de terror o de ira, por lo que rápidamente dije :
—No te preocupes, las recogemos y mañana las llevaré a la joyería,
sólo es engarzar y seguro que en un momento, lo dejan como nuevo.
Los camareros apurados, me ayudaron a recogerlas, tardamos un buen rato, mientras él
terminaba la copa de cava y pedía la cuenta, quizá, evitando mirarme.


Al salir por la puerta del local, un hombre me tocó el hombro:
—¡Señorita! Tengo una perla que llegó rodando a mis pies— dijo cordialmente
—Muchas gracias por la molestia. Es usted muy amable.
La guardé en el bolso y fuimos a casa sin apenas cruzar palabra.
Aquella noche, en mis sueños apareció la caja, de donde salían extrañas criaturas.
Una mezcla de animales con cara humana, extraños pájaros oscuros volaban enloquecidos.
Se escuchaba a lo lejos, el vals aquél del restaurante, que bailaban todos de manera casi grotesca.
Poco a poco, el escenario fué fundiendo a blanco.
Me desperté casi helada, aunque era Agosto. Al despedirnos
comenté que muchas gracias por el regalo, que lo iba a llevar a arreglar esa misma mañana.
Casi sin pensarlo, entrecortadamente, dije que necesitaba tomarme un respiro
que estaba algo confusa, esa relación me estaba asfixiando, o algo así, no lo recuerdo muy bien.
—Querrás decir que me vaya al diablo, 
que soy poco para tí.
Dijo muy enfadado, subiendo el tono de su voz.
—Pues sí, quédate con el collar, total, ya está roto.
 Se dio media vuelta y le vi alejarse, 
sentí frío y un leve mareo.
¿Qué había dicho? ¿Estaba segura de lo que quería?
Guardé la perla que faltaba y no volví a abrir la caja en mucho tiempo. Los primeros días, un aluvión de dudas y miedos me invadía.
No me atreví a llamar, y nunca más le volví a ver.
Unas semanas después, en una comida con las amigas en aquel restaurante,
alguien me tocó el hombro al salir por la puerta.
-Señorita, soy el de la “perla”, al verla, me acordé de que tengo otra más.
La encontré después de marcharse, no quise dejarla aquí, pues los camareros
cambian a menudo y cómo vengo casi todos los días a comer o cenar, pensé
que en alguna ocasión volvería a verla, pues me parecía haberla visto algunas veces en el local.. La tengo en casa a buen resguardo.
—Muchas gracias, únase a nosotras y le invitamos a una copa por el detalle.
Así fue como conocí a Manuel, le conté lo que pasó aquella noche:
Los escalofríos, el miedo, esos sueños o premoniciones que dieron al traste con aquel amor. Quedamos otro día para devolverme la perla,
tomamos un café y otro, hasta el día de hoy.
De pronto volví a la realidad: Ya me había retrasado.
Sonó el teléfono, era Manuel.
Le dije que se me había roto un collar 
y tuve que buscar otro.
-Ya me contarás, me dijo.Te espero abajo.
Tras cerrar la puerta me sonreí.

Y casi sin pensarlo dije en alto:
-¡Qué collar ni qué ocho cuartos!. Si no hubiera querido atarme
robarme el alma, haberme vampirizado...
Si sólo me hubiera abrazado o besado,
no estaría encerrado el collar roto con mi corazón heladoen de la cajita gris perla. 
Mientras bajaba las escaleras, la melodía de ese vals volvió a sonar dulce y envolvente. 

           

            Fotos editadas y texto : RosaPrat  www.rosapratya.com


 

 GRAMOFHON. EUGEN POGA 
 

miércoles, 24 de abril de 2024

Taller de Lectura y Escritura Creativa. (19)

 



EL ASCENSOR

Este collage, donde los límites entre la realidad y la fantasía se desdibujan, una mujer se convierte en el epicentro de un enigma que nos atrae. Su presencia es imponente, con su mirada desafiante y su perfilada nariz aguileña. Su rostro irradia una fuerza magnética. El pelo corto y el cuello largo añaden un aire glamuroso y de determinación a su figura envuelta en un vestido ajustado de un marrón oscuro que, a pesar de sólo verla hasta las caderas, nos hace imaginar el resto de una soberbia silueta.


Un pañuelo blanco, suelto al cuello, le da un aire sutil de elegancia. Un cinturón también blanco, ceñido con precisión a su cintura, acentúa su figura esbelta y atlética, mientras  colgando de él un bolso del mismo color blanco, sugiere una conexión con lo práctico y lo mundano en medio de este enigmático ambiente.


Dos alas blancas, delicadas y etéreas, se despliegan desde su espalda, como un símbolo de libertad y expectativas, de un camino hacia lo desconocido. La presencia en ellas, de una suerte de venas translúcidas nos hace pensar que podrían contener secretos ancestrales. 


El fondo del collage es un contraste de claroscuros, dividido entre la pureza del blanco y la sombra del ascensor antiguo, el cual  quizás sutilmente trae a la memoria la película "Ascensor hacia el Cadalso", dándole un sentido de intriga y suspense, especialmente con el reloj blanco marcando las 8 menos cinco sobre las rejas de la puerta de entrada. ¿Es de día o de noche? La ambigüedad del tiempo añade una capa adicional de misterio a la escena, dejando al espectador inmerso en un mundo de posibilidades y preguntas sin respuesta.


En este collage enigmático, la presencia de esta mujer de frente, con su rostro de perfil y que nos sugiere un pasado oscuro, invita al espectador a explorar los límites de la realidad y la imaginación, en un viaje de ascenso hacia la intriga, hacia el suspense, hacia lo ignoto.



































Texto: María Victoria Diez San Emetrio.
(Taller de lectura y escritura creativa 
del Centro Cultural Julio Cortázar. 2024) 
Collage Analógico: Rosa Prat Yaque. 

martes, 23 de abril de 2024

Taller de Lectura y Escritura Creativa. (18)

 El sofá de Tomás




En una tarde soleada, en un apartamento acogedor de una ciudad, suponemos que bulliciosa, un hombre se encuentra en una posición peculiar en un sofá. Una posición que desafía las convenciones de la comodidad. No está simplemente sentado sobre el brazo izquierdo del sofá; más bien, parece tener fusionada la parte derecha de su cuerpo en él. Este hombre, cuyo nombre es Tomás, no está simplemente sentado en el sofá estilo rococó de color rojo brillante estampado con flores amarillas, está medio imbuido en el acolchado, como si formara parte intrínseca de su esencia. Esencia que parece cobrar vida propia, como si de una planta carnívora se tratase, acogiendo a Tomás en su seno con calidez y hospitalidad. No es solo un mueble, sino su cómplice en la búsqueda de paz y placer. 

Nuestro hombre lleva unas gafas que adornan un rostro redondo y feliz, mientras sus manos descansan cruzadas sobre su regazo, como si fueran una extensión natural del sofá mismo.

Exhibe una sonrisa radiante, como si encontrara un deleite inexplicable en la escena surrealista de la que es participe. Su mirada, fija en un horizonte invisible, transmite una sensación de candidez  y satisfacción que emanan de lo más profundo de su ser. Pareciera que ha descubierto un secreto cósmico al dejarse succionar por el sillón vegetal de su hogar.

De la pared, al fondo, cuelga una gran fotografía en blanco y negro  que muestra un parterre dentro de un jardín donde se erige al fondo una majestuosa estatua romana.  Ésta, con su noble presencia, parece observar con calma el fluir del tiempo con una serenidad eterna. 

Tomás, también en blanco y negro, en contraste con rojo subido del sofá que lo metamorfosea, parece experimentar una conexión profunda y sentirse parte de algo más grande, algo etéreo y sublime que lo envuelve. Y en su sonrisa, en su mirada perdida en el infinito, se refleja la dicha de haber encontrado un rincón de armonía en el mundo caótico que lo rodea.



Texto: María Victoria Diez San Emetrio.

(Taller de lectura y escritura creativa 
del Centro Cultural Julio Cortázar. 2024) 
Collage Analógico: Rosa Prat Yaque. 





miércoles, 10 de abril de 2024

Taller de Lectura y Escritura Creativa. (17)

    




Quién eres? Me pregunto. 
Una mancha, una sombra,
un perfil inacabado
Un dibujo en un trozo de papel, 
pequeño espacio donde te escondes o juegas 
a esconderte insinuándote a través 
de los mensajes que dejas en mi buzón. 
Esta mañana creí oír cómo alguien se acercaba 
a la puerta por el jardín, dudando por momentos 
si lo que escuchaba, en vez de unos pasos sigilosos, 
no sería más que el sonido del viento 
anunciando la llegada del otoño, elevando en remolinos los millares de hojas que a su paso encontraba.
Pero tenías que ser tú, el hombre misterioso, 
aun cuando al abrir la puerta no hubiera nadie, 
ni nada se intuyera en la penumbra. 
Sólo un sobre sin franqueo sobresalía por la ranura 
como llamándome y, cuando lo abrí 
allí estaba de nuevo, el mismo dibujo, 
un rostro misterioso oculto tras la silueta 
de un caballo blanco, el mismo flaco rocín que me miraba fijamente como queriendo decirme algo, 
como si me conociera.
Reconozco que a veces tengo miedo. 
Algo en mi cabeza bulle tratando de recordar 
y me dice que busque dentro, que allí está la respuesta. 
Cierro así los ojos para concentrarme, pues todo 
es confuso y dudo si esto es real, dudo si estoy despierta 
o si sueño. De pronto un nuevo ruido en el exterior 
me pone alerta y abro bien los ojos acercando 
mi rostro hacia el gran ventanal del salón de la solitaria casa donde vivo. Tal vez sea la tormenta que amenaza mientras sigue soplando el viento y cae la noche, cubriendo el bosque con su negro manto, implacable. El mismo bosque donde crecí jugando a perseguir a los animales, y por cuyos senderos tantas veces anduve camino a la escuela. Los mismos troncos que el pájaro carpintero agujerea incansable buscando alimento y cobijo, aquellos donde ululan los búhos en la noche… ¡Pero ahora soy ya vieja! tantos años han pasado de eso que mis cabellos ondean blancos 
cual las crines del caballo de la imagen.     
Pero ¡Silencio, escuchad! Mi corazón se ha parado unos instantes, segundos que parecen horas en los que la luz espectral de un rayo revela, asomado tras un árbol,
la cara de un hombre que me mira fijamente sujetando las riendas de un caballo. Más parece fantasma que humano. Ya ni llega a mis oídos el atronador sonido que acompaña al rayo, permaneciendo detenida en mi memoria esa cara que se me muestra ahora definida, nítida, sin veladuras. ¡PADRE! ¡PADRE! ¿Eres tú, padre?!
De pronto empiezo a recordar otra noche, otra tormenta 
y otra luz que me trasladan al pasado 
hasta un día concreto de mi niñez. 
Revivo así el abrazo y los besos que me diste padre, 
sintiendo caer por mis mejillas tus lágrimas 
sin que sepas que finjo estar dormida, mientras me prometes bajito al oído que volverás a buscarme. Ahora sé porque nunca he querido irme de esta casa. Recuerdo que desperté más tarde por el sonido de un disparo seguido de más disparos. Se oyen voces lejanas. Madre dijo que te ibas para unirte a la resistencia. De nuevo, de vuelta al presente, 
una sensación de paz me invade mientras escucho, ahora sí con claridad, unas pisadas que se acercan, y me levanto despacio para abrir la puerta. Junto al vano me miras sonriente ofreciéndome la mano y la montura. Llegó la hora de cumplir una promesa, y de iniciar un nuevo viaje, me dices. Yo también sonrío. 

 Apago la luz y cierro la puerta.




Texto:Gema Lucas
Taller de lectura y escritura creativa del Centro Cultural Julio Cortázar. 2024.
Collage Analógico: Rosa Prat Yaque. 

lunes, 8 de abril de 2024

Biografías de un columpio

 

"El columpio" 




LOS COLUMPIOS ABANDONADOS

Mirad cómo se mueve

Sí, el columpio se mueve levemente, aunque no lo parezca.

Os lo aseguro yo, la brisa de los parques, la que sopla 

despacio para no molestar a los duendes dormidos.

A veces no soy yo la que está junto a ellos,

sino mi hermano grande, el viento,

que se empeña en venir a consolarlos

y los sopla con fuerza.

Sin embargo, los columpios abandonados

son muy suyos, aborrecen la compasión,

y si el viento los mueve, chirrían para quejarse.

No lo aceptan.

Sólo quieren al niño que jamás volverá.


TEXTO: Miguelito Muñoz. (Miguel Ojos) ©
Imagen : Rosa Prat 

Así, con mi voz susurrante, os contaré un secreto que tan sólo conocen las flores y los árboles: dentro de los columpios abandonados habitan los espíritus de los niños que tuvieron que irse, para siempre, al país feo y gris de los adultos.





Todo empezó un día de verano de 2004 en un lugar cercano de donde estuvimos alojados. 

Mi hija se columpió un buen rato, aunque el columpio parecía a punto de romperse 
se balanceaba lento y chirriante.Me recordó a la canción de Antonio Vega y lo llamé;
el Lugar de mi recreo. Al volver ya en invierno vi las imágenes
 e hice la primera acuarela, días después vino mi padrino, le gustó, y se lo llevó
 dejando unos billetes bajo su servilleta. Años después, una tarde una amiga
 la vio y me la pidió. Al no tenerla físicamente
 le propuse hacerla otra, era 2020, claro, nunca sería igual,
 Allí se fué, al norte. La tercera versión la hice una mañana
 en 2023 está en casa. Hace unos días ocurrió que un amigo la vio en 
una red social  y uso la imagen, escribiendo este precioso poema. 
 






ESTA ES LA PRIMERA ACUARELA





LA SEGUNDA ACUARELA





LA TERCERA ACUARELA








Este es el  vídeo 
 sobre la acuarela de Rosa 
 el poema de Miguel Ojos 
la realización y voz de Gala Rabadan
improvisando el video con su voz especial .

MUCHAS GRACIAS






domingo, 31 de marzo de 2024

ISMOS

 1. SOLIPSISMO

Recuerdo difuminado entre piedras
antiguas.
Resbalaba mi soledad en el pavimento
oscuro de mi luminosa ciudad.








































Escondía entre los claroscuros
la enfermedad que me delataba, con mi
vestido abanderado de anarquismo vital.
Huía del que me quiso doliente,
 sumisa, etérea.
Acabé rota, extenuada de vida
incomprensible, en la que la cercanía a la
muerte me reconfortaba.
Me apoyaba en pianos románticos con
notas de aves rozando el ocaso, en
poemas de antes de las guerras, cuando el
mundo no sabía de sí mismo.
Hay un vestido rojo y negro hecho añicos
que cuelga de la boca de una gárgola. De
ella escapé, desnuda, invencible.




TEXTO : LOLA LLABRÉS . 
ACUARELA: ROSA PRAT. 

miércoles, 20 de marzo de 2024

Taller de Lectura y Escritura Creativa. (16)





















































Parece inofensivo pero es aterrador
y así ha sido durante los siglos
de los siglos. 
El hombre con un (f)alo.
-Uy perdón, con un palo florido 
sojuzga a la indefensa gaviota. 
Si, he escrito el articulo” El “ 
con mayúscula por ser inicio 
de frase y el La por equipararlo al
masculino.
Es la constante lucha de géneros
hay que tender a la igualdad
Pero por desgracia,
en este collage
se ve la
predominancia  de lo
masculino sobre
lo femenino. Ay, 
Siempre es igual .
Aunque van ganando batallas y  subiendo escalones. 
Así debe de ser hasta que seamos todos  parejos
en el mismo piso en armoniosa y respetuosa igualdad. 
Pero analicemos un poco esta estampa.
La gaviota, a la que siempre se
ha considerado como un pájaro tonto,
no confundir con el pájaro
bobo o pingüino,
se ve obligada a pasar por el aro
(Siempre igual) ante la amenaza
de ese ser brutal que le amenaza
con el (f)alo, otra vez se me ha escapado, perdón. 
Su pico entreabierto
denota sufrimiento 
y se intuye que sus graznidos son de 
miedo, angustia, dolor y sufrimiento.
Su cara es todo un poema de lo que no debería existir.
Todo provocado por el puto complejo
de inferioridad que el ser canaliza 
en el mal trato. 
Y hablando de ese ser; Sujeta el palo las mano derecha, 
bien apretado, con decisión
y dispuesto a golpear ante la mínima subversión de .
la gaviota. Viste de manera pulcra, un traje y se adorna 
con una corbata de pajarita. Vamos como una persona de bien
¡Qué hipocresía!. En la mano izquierda sostiene el aro por donde a golpes, si es preciso,
obliga a pasar a la infortunada gaviota. ¿Y su cabeza? Todo un poema; ¡Un reloj!
Un reloj es una máquina que se mueve por unos engranajes continuamente.
No piensa, sólo marca el tiempo que el hombre puede estar maltratando
-Él dirá que enseñando, educando o vaya usted a saber que justificación-
A la infeliz gaviota; un minuto, una hora, un día,
un año, toda una vida ?
Es horrible. En su monótono tic-tac parece 
decir infinitamente: Entra por el aro o te doy con el palo. 
Es como el raca, raca que Perídis pone en boca de sus personajes políticos recalcitrantes 
y para completar esta gallarda estampa de ser innombrable,
 ¡Tiene antenas ! Igualito, igualito que los insectos. 
Es un insecto.
Seres así deben ser alejados de la sociedad, ser aplastados y pisoteados como las cucarachas
En fin una imagen ,como he dicho, patética 
por el insecto y la gaviota que
no encuentra fuerzas para picotear a la cucaracha.

Texto:José Miguel Arranz.
Taller de lectura y escritura creativa del Centro Cultural Julio Cortázar. 2024.
Collage Digital: Rosa Prat Yaque.